martes, 10 de diciembre de 2019

Complot


A pocos años de terminada la guerra de Malvinas, no cualquiera tenía el coraje de andar por la calle usando una remera con la bandera inglesa. Mucho menos en una ciudad tan ligada a lo militar y lo eclesiástico como San Miguel. “La gente me miraba, me comí más de una puteada. El punk era la rebeldía de ese momento, estar en contra de todo lo establecido”, cuenta Gustavo Javier Guerrini, quien en ese momento vivía en el barrio Belgrano de San Miguel, a dos cuadras de la estación Lemos. “Tenía un amigo que me hizo escuchar los Ramones que acá nadie los conocía, tenías que ir a Flores a buscar los casetes”. Se refiere a Gerardo Stevenin, un vecino con el que se juntaba desde que eran chicos en la cortada de Av. San Miguel y Vicente López. Ambos iban hasta una disquería en Flores, donde dejaban un cassette virgen y encargaban el disco que buscaban. En ese momento no conocían a otros punks en la zona, y se informaban sobre el movimiento en los recitales a los que asistían en Capital u otros lugares de Buenos Aires. Gerardo quería armar su banda, y Gustavo justo había ganado el Gordo de Navidad con un decimo (su padre tuvo que cobrar el premio en su lugar, ya que era menor), y con parte de ese dinero se compró una guitarra eléctrica. Llamaron a su proyecto Kraken, y estuvieron ensayando unos meses entre 1983 y 1984, hasta que ambos se pelearon (Gerardo Stevenin luego formaría grupos como Post Mortem, Los Jinetes Mancos, El Barco Ebrio, y Tribunal del Santo Oficio).

Gustavo todavía no tenía los integrantes con los que formaría su propia banda, pero ya le había puesto nombre: “Siempre fui de leer los grafitis, de los doce años al día de hoy que me llaman la atención los grafitis. Las paredes hablan y leo todo lo que dicen las paredes de todos los barrios, hasta les saco fotos. Me llama la atención muchas cosas pintadas en las paredes: frases, cosas de canciones, de política. Y un día en Callao y Tucumán, yo tenía dieciocho años, diecinueve, veo Complot NR. Qué buen nombre para una banda, Complot. Es el nombre de mi banda, Complot. Nunca supe que era NR. Complot, es el nombre de mi banda, ya está, no tenía la banda, no tenía los músicos, no tenía nada, hasta que lo conocí a Guillermo”. El grupo nace en la Escuela de Enseñanza Secundaria Juana Manso, de San Miguel. Con 20 años, Gustavo ingresa al horario nocturno del perito mercantil. Al año siguiente, en 1986, lo cambian de curso por revoltoso, y entre sus nuevos compañeros estaban Guillermo Schill (de Grand Bourg) y Eduardo Montenegro (de José C. Paz). Ambos ya eran amigos, desde que ingresaron al secundario. “Hablábamos de eso –cuenta Guillermo-. Que íbamos a hacer una banda, pero era todo muy en el aire, éramos más de ir a ver bandas. Cuando lo conocimos a Guerrini trajo todo lo punk. Yo solo algunas cosas esporádicas había escuchado pero no me había prendido mucho en la movida, pero cuando él lo trajo me voló la cabeza. Estuve una semana con el disco de los Ramones It’s a Alive, no lo podía parar de escuchar. Eso me pegó, esto es lo que quiero hacer”. A su guitarrista lo conocieron por un compañero del curso, el cual les dijo que su hermano vendía un equipo. Era Gabriel de Luca, quien venía de un proyecto fallido de banda junto a un vecino, y se sentía frustrado con el rock. Ahora escuchaba mucho folklore, a interpretes como César Isella, Uña Ramos, Pablo Milanes, Leon Gieco, o Tarragó Ros, los cuales fue descubriendo al leer la Revista Hum®. Conocía lo que pasaba en el mundo del rock en ese momento porque leía la Pelo, aunque no escuchaba esa música. Quería vender su guitarra Fender Musicmaster y su equipo nacional marca Ionic, que tantos años de trabajo le llevo conseguir, para comprarse instrumentos más tradicionales. Los Complot fueron a su casa detrás del Hospital Mercante de San Miguel, y Eduardo le insistió para que no lo haga, y se sume a la banda. “Guerrini me enseñó a tocar las quintas -admite Gabriel-. Yo hacia el acorde, pero más lleno, como que me costaba seguir un bajo rápido. Gustavo me dijo que el violero con el que tocaba antes, Gerardo, metía los dos dedos así. ‘Pero es un acorde de mierda’. ‘Pero fijate, probalo’. Con las quintas, yo a veces me compraba una revista de música, veía que era todo así, y a mí me parecía que era una cagada. Yo veía a Brian May, y era un señor guitarrista. Pero claro, ese era el punk rock. Y me amoldé (risas)”. También sumó pedales de distorsión, flanger, delay y chorus, marca Pick Boy, ya que en esa época el valor de un Boss equivalía a varios de sus sueldos. Por su parte, Gustavo vendió la guitarra de sus días en Kraken, y se compró un bajo Faim, que usaba con un equipo nacional. Después lo cambio por otro Faim a cuadros blancos y negros, con micrófonos Di Marcio. “Era el bajista. Bajista entre comillas, no sabíamos tocar, todavía al día de hoy mucho no aprendí pero la idea del punk era hágalo usted mismo, toque sin saber, y bueno lo aplicamos nosotros”. Eduardo por su parte, al principio ensayaba con unas almohadillas de práctica que le había dado su profesor. Recién cuando vendió el Citroen que tenía, pudo comprarse una batería.

Ensayaron un par de veces en la casa de Eduardo hasta que los vecinos se quejaron, y en una ocasión en la de Gustavo, porque los padres se habían ido de vacaciones. En la misma cuadra había una cochería, y los vecinos los amenazaron por teléfono con llamar a la comisaria. En San Miguel no conocían salas de ensayo, y buscaron en la revista Segunda Mano. La más cercana que encontraron estaba en Ciudadela. Practicaban una vez a la semana, incluso dos cuando podían, con la intensión de acelerar el aprendizaje. Iban en el auto de la familia de Gustavo, o tomaban dos colectivos y un tren. En uno de esos tantos viajes, hicieron la sesión de fotos  en la estación de tren de Caseros.


Complot en la sala de ensayo de Ciudadela

La movida en la zona en esa época era reducida, tanto con respecto a los grupos como los lugares para tocar. “Si querías ver bandas tenías que ir a la capital -recuerda Gustavo-. Estaba Alonso con su banda, pero muy poco movimiento del rock, casi no nos enterábamos tampoco, no había difusión, las redes sociales no existían”. Eduardo era como el agente de prensa del grupo: hablaba con la gente de los recitales en Capital, llevaba volantes. Era sociable, encaraba a la gente, hacia amistades. “Tenía un sentido bastante empresario, con cualquier banda o con lo que hiciera, tenia eso el loco -explica Gabriel-. Estaba piola porque era el único que no escabiaba, un flaco sano. Pero sano no te digo en el sentido de ser un boludo, el chabón era cero alcohol, pero andaba enroscado bancándonos a nosotros. Yo me imagino a Eduardo diciendo más de una vez ‘Que hago con estos hijos de puta’ (risas)”. Agrega Guillermo: “Había un movimiento de autogestión en ese momento y entonces nosotros empezamos a meternos en ese movimiento, más que nada Eduardo. Y lo que más se identificaba de Complot, porque él decía yo pertenezco a Complot, era yo haciendo lío en todos los recitales. Yo tenía en ese momento una cruz con un candado. Entonces él decía ‘toco con el pibe que tiene la cruz del candado’, ‘Ah sí’. Entonces ya me conocían, empecé a hacerme amigo de los músicos de otras bandas, él hacía el lobby juntándose con los que manejaban las cosas, y yo haciendo los destrozos en los recitales. Pensaban que nosotros ya teníamos temas, es más, se puso un tema en la revista que dirigía Pietrafesala. Pusieron una letra mía y el tema lo teníamos recién empezado, o sea nunca lo habíamos tocado en vivo. Ellos pensaban que ya habíamos tocado, que nosotros ya veníamos tocando por San Miguel, y en realidad nunca habíamos tocado”.


Letra de Complot, aparecida en el fanzine Kien Sirve a la Kausa del Kaos? N°2, editado por Patricia Pietrafesa y Fidel Nadal
Uno de los pocos grupos de la zona con el que entablaron relación fue con 54 Vellos Púbicos. “Nosotros hacíamos muchas pintadas por todos lados -relata Guillermo-. Hacíamos como recorridos por Capital, por donde íbamos, íbamos pintando. Poníamos ‘Complot Punk Rock’. Entonces en unas pintadas de San Miguel o de José C. Paz vimos que nos ponían abajo algo, no me acuerdo bien que eran que ponían, en un paredón en especial, empezó un pseudo chateo de paredón (risas). Nos citaron en un lugar y nos encontramos, fue como encontrarse con alguien que nos teníamos que hacer amigos forzados, y nos hicimos amigos. Hasta ahora seguimos siendo amigos. Así fue como nos encontramos, y los convocamos a el que fue nuestro primer recital”. Los espacios para organizar conciertos en los alrededores eran muy pocos, y tuvieron que ingeniárselas. “Tuve que ir a alquilar el Juventud con medio una mentira –confiesa Gustavo-. Después me quisieron matar cuando vieron las caras que habían, igual no les rompimos nada. Pero era terrible”. Guillermo añade: “Se juntaron unos trescientos punks, punks con toda su parafernalia, con toda su ornamenta, con toda sus cosas, y se espantaba la gente. Todos se espantaban porque ver toda esa gente caminando por las calles de San Miguel fue una revolución, estuvo bueno”. Sin saberlo habían organizado el primer festipunk de la zona. En esa época, la movida punk era tan reducida, que no había otras bandas de ese género para invitar, y las fechas se armaban con grupos de otros estilos. Previamente habían tenido un intento de fecha debut, a la que promocionaron como “Complot en Obras”, ya que se hacía en una construcción abandonada cerca de Muñoz y la ruta 1997, pero ese día al llevar sus equipos se dieron cuenta que no había electricidad en el lugar. Su primera fecha entonces fue el sábado 3 de Enero de 1987, en el Club Juventud Unida, donde organizaron un festipunk con Los Corrosivos, Antiheroes, Descontrol, y 54 Vellos Púbicos. El público estaba compuesto principalmente por punks de Capital. Gustavo tiene con una anécdota de ese día: “Recluté a todos mis amigos, que nada que ver con la música, y armamos una barra. Vendíamos vino, cerveza. Y a lo último te daba un miedo, porque venían unos con unas crestas ‘dame una cerveza’, ahí ya ni le pagaban, ‘toma’, para sacárselo de encima”. A partir de ahí tuvieron otras fechas, tocando en Capital en el Parakultural y en Gracias Nena, y en Rol Pub, de San Miguel. Gracias a una vecina de Gustavo, que estudiaba para asistente social, fueron invitados a tocar por el reconocido psicólogo social Alfredo Moffatt y la organización Cooperanza, que daba talleres de recreación en el patio del Hospital Neuropsiquiátrico Borda. “Vos tenías doscientos locos todos saltando, y todos haciendo pogo, y vos decías lo disfrutaban, no entendían nada, pero lo disfrutaban, fue maravilloso ese día, no me lo olvido más en mi vida eso”, recuerda Gustavo, quien casi vio como dejaban adentro a su cantante: “Nos estábamos yendo todos con las cosas, los instrumentos, los equipos, y ‘¿vos a dónde vas?’ le dijeron a Guillermo”. En total hicieron unas cinco presentaciones.


Fragmento del poster del festipunk en el Club Juventud Unida

Para promocionar la banda, tenían la costumbre de salir a recorrer las calles llevando siempre pintura en aerosol. “La idea era no solamente hacer la pintada -cuenta Gustavo-. Vos ves una pintada en cualquier lado y a los tres días te la borran, te la tapan. Una pintada donde nadie llegue. En el Puente Pacifico, fuimos caminando por las vías, nos colgamos del puente, yo pinté Complot, y estuvo veinte años esa pintada”.  Si bien nunca los llevaron a la comisaria, la policía los agarró pintando varias veces. “Guillermo andaba con un paquetito de marihuana -continua Gustavo-. Me acuerdo que ese día nos temblaban las piernas, nos agarraron pintando una pared. Cuatro tipos bajaron de un auto, unos canas de civil con los fierros. ‘Contra la pared’, nos revisaron, y el otro tenia terrible paquete de marihuana”. Para empeorar las cosas, Gustavo se había hecho en la peluquería, la forma de la “A” de anarquía en el pelo. Por suerte no encontraron el contrabando.  Para difundir las fechas hacían pegatina de afiches y repartían volantes. “Era hacer volantes y repartirlos en los recitales -dice Guillermo-. Dárselo a algún amigo, a nosotros también nos entregaban. Yo cuando veía a los de otras bandas me entregaban un piloncito de las fechas de ellos, y yo se lo daba a gente. Esa era la difusión, hablar de boca en boca, y me parece que lo poníamos en el Sí de Clarín también”. En Capital les daban siempre fanzines en las fechas, usualmente hechos con foto duplicación, ya que por cantidad salían más baratos. En la zona, los entrevistó para el suyo Marcelo Duchamp (poeta y cantante de bandas como El Limbo, Cosa Salvaje, RadioZumbido, Los Vicios de Valeria, y Fabián Duchamp y los Nuevos Ricos). “Circulaban fanzines, eso estaba muy bueno, que ahora se perdió -se lamenta Gustavo-. En todos los shows te daban una revistita hecha a mano, fotocopiada. Hacían cincuenta, sesenta copias, y con historias de bandas, era muy lindo. Esa época era maravillosa, todo muy a pulmón, nada de ir a hacer nada a una imprenta. Un volante, fotocopia, no existía otra cosa”.


Entradas de la fecha en Rol Pub

Gustavo había tomado el nombre para la banda de una pintada callejera, y con el tiempo encontró el origen: “Descubrimos que había una banda en San Martín… Complot New Rock. Ahí me cayó la ficha, para eso estuvimos muy rápidos. Eduardo me dijo ‘Gustavo el nombre es tuyo, regístralo’, yo dije la N y la R era de New Rock. Le re afané el nombre, pero bueno vamos a registrar el nombre. Le ganamos de mano, registramos el nombre y los intimamos con una carta documento. Cambiaron de nombre, se llamaron Misión Complot, y después dejaron de tocar, ni sé lo que hacían. Medio que fuimos ahí re punk ahí a apretarlos, a la salida de un lugar que tocaban en San Martín, para que dejen de usar el nombre. Después lo intimamos legalmente, una boludez pero dejaron el nombre, y el nombre era nuestro”. Como bajada, a Eduardo se le ocurrió la frase “Complot: Una Fisura a Tus Sentidos”.

En 1986 fueron a grabar un demo en Palermo, al estudio Avatar, que encontraron por una publicidad de la revista Pelo. Ese día casi se presentó solamente la mitad de la banda. “Fue en la fecha del Parakultural -detalla Guillermo-. Con Eduardo salimos a la calle después de tocar, hacía muchísimo calor y bueno, razia. Levantó a todos los que estaban en la calle, y nos llevó a nosotros. Así que estuvimos hasta el otro día en la seccional primera, en la parte de moralidad, ahí donde van los travestis, las prostitutas y todo lo que este moralmente mal visto o que estaba en esa época moralmente mal visto. Nosotros entrabamos en ese arquetipo de persona por vestirnos de negro o los pelos revueltos. Entramos en ese contexto, y bueno caímos ahí. Estuvimos un día, después de eso yo corriendo tuve que salir e ir a mi casa, hasta Grand Bourg cambiarme, bañarme e ir al estudio”. Al demo lo grabaron en cinta abierta, y a cada integrante le dieron un cassette con la grabación. De ese material nunca hicieron copias ni se difundió. “La etapa final fue medio turbulenta, extraña, de desencuentros -continua Guillermo-. Íbamos a ensayar y por ahí no ensayábamos bien, no prestábamos atención para tener fechas para tocar. Después pasó lo del papá de Gustavo y como que se disolvió todo, fue vertiginosamente en decadencia, y no le prestamos atención a nada, así que no valía la pena difundirlo”


Complot en la estación de Caseros

Complot estuvo en actividad de 1986 a 1987. Lamentablemente la suma de varias situaciones generó quiebres en el grupo. “Yo pensé que estaba construyendo algo y que no me estaban acompañando, más que nada eso pensé -confiesa Guillermo-. Que no me estaban acompañando lo que yo construía. Por ahí era totalmente erróneo mi visión, entonces actuaba en base a eso y hablaba en base a eso, yo quería dale, hagan esto, vamos a hacer esto. y por ahí yo no sentía que ellos me acompañaban. Yo en un momento empecé a actuar de una manera que por ahí no fue la mejor”. Una tragedia familiar en 1987 precipitó el final de la banda. “En ese momento me agarró un bajón terrible por la muerte de mi viejo -explica Gustavo-. Estuve un año re mal y dije voy a dejar de tocar, con todo el dolor del alma. Eran muchas cosas, quería estar más cerca de mi novia, lo único que me contenía”.  Luego de la separación de Complot, Gabriel y Eduardo tocaron juntos por varios años, en bandas  como Sentido Pesame, Cor Saudade, El Limbo, Círculos y Cuadrados, y Calentitos los Champiñones. Gabriel además tocó en Marcelo Duchamp y la Decadencia, Varonera, y en RadioZumbido, donde también cantaba Guillermo Schill. Por su parte, Eduardo participó en Ismael, junto a Hernan Hildebrandt (de La Nave, 54 Vellos Púbicos, Efecto Freud, Los Putos, y La Máquina de Dios), y Rafael Florentin (de Harpoon).

En 2011, a casi veinticinco años de su separación como banda, las redes sociales volvieron a juntar a los cuatro integrantes: “Con el Facebook empezamos a encontrarnos, nos habíamos perdido el contacto, el único que seguía en el música era Gabriel -relata Gustavo-. Nos empezamos a juntar, un día nos juntamos a tomar una cerveza, dijimos ‘vamos a hacer un show a los 25 años de que nos juntamos a ver qué pasa y para nuestros hijos’. Mi hija que es súper rockera, me decía por qué no se juntan, bueno nos vamos a juntar con nuestros hijos”. Con motivo del cumpleaños de Gabriel, que en ese momento estaba tocando en Varonera, surgió la posibilidad de un reencuentro. “Guerrini tan efusivo como es dijo ‘yo llevo el bajo, y vamos y tocamos, le caemos y tocamos’ -recuerda Guillermo-. Yo dije ‘vos estás loco, yo ni me acuerdo los temas’, y bueno, al final no tocamos. Entonces ahí era ¿qué hacemos cuando nos pregunten? ‘Reíte, no les digas nada, cuando pregunten reíte’ le dije yo, y no contestes. Hicimos eso, nos poníamos a hablar entre los cuatro, y no dejamos que nos preguntaran, si nos preguntaban nos mirábamos nosotros. No tocamos porque iba a hacer un bochorno, dijimos si vamos a tocar, vamos a tocar bien, ensayemos un par de veces y toquemos, hagamos un recital para que nos quede, para tener algo, para mostrar los temas que hacíamos. Empezamos a ensayar para esa fecha que Guerrini ya tenía, antes de que podamos hacer un consenso él ya tenía la fecha, el lugar, tenía todo, él es así, y ya había invitado gente, ya tenía no sé cincuenta personas invitadas”. Volvía Complot luego de casi 25 años, pero no estaban seguros si podían usar el mismo nombre otra vez. “En el 91 yo estaba totalmente alejado de la música, estaba en otra -narra Gustavo-. Me llaman por teléfono del centro de un estudio, un abogado, que me querían comprar el nombre. ‘Bueno, ¿Cuánto?’. Imagínate yo me re agrandé y le dije ‘tengo que hablar con mis compañeros porque no sé’. ‘Mira, es la única oferta que te voy a hacer, hay doscientos mil nombres, si querés aceptar’. Eran dos mil pesos. Buenísimo, dos mil pesos. Fui, los cobré, firmé un papel con la venta del nombre. Después me quería suicidar porque era una banda de cumbia que apareció. Después fue una marca de ropa. Ahora vos pones Complot en YouTube y aparece de todo menos nosotros. Y cuando nos juntamos en 2011, yo tenía ese remordimiento que nunca los había visto. ‘che, saben que yo vendí el nombre bola. Vendí el nombre y me compré un auto con la plata’. Entonces yo después como sentía la culpa, voy a pagar un montón de ensayos, porque en realidad el nombre era mío pero yo les tendría que haber dado quinientos pesos a cada uno. Porque lo vendí en dos mil pesos y me compré un auto, pero por mi honestidad, íbamos y yo pagaba las cervezas, pagaba la sala de ensayos. Nunca más podíamos volver a usar el nombre pero dijimos no pasa nada, quién nos va a intimar, y la segunda etapa usamos siempre el nombre Complot”.


Complot 2012, en Salas Shelter

Para esta nueva fase, rescataron unos cinco temas viejos, y compusieron diez nuevos. “Antes éramos más crudos, más rifleros y más crudos -explica Guillermo-. Las letras eran más simples, sociales. Ahora evolucionamos, hay más instrumentación. Yo tiro las letras a un lado más volado, más el amor perdido o el amor buscado, o el sufrimientos, cosas así, no tanto social”. Entre los temas que hacían en vivo, estaba un cover de RadioZumbido, llamado Ruth Infarinato, que ahora tenía una impronta más pop. La fecha de regreso fue en el Centro Cultural UNGS, con la idea de hacer un solo show, pero después no pararon. Tocaron en Il Amichi, Kushen Bar, Teatro Leopoldo Marechal, EQ, Sacred Restobar, y el bar Bien Peronistas, junto a bandas como Fusibles, Huecocielo, Madrastra, Lo Aborrecible, Invasores, Identidad Punx, Oceánicos, y Ultrapindonga. En invierno, del 2 de Junio a finales de Octubre, Gustavo con su familia ayuda a la gente en situación de calle en San Miguel. En sus shows recolectaban comida, frazadas, o lo que aportaba gente de la movida del rock, como la banda Ventilador Asesino, o Sabrina Lenti de la sala de ensayo GGC. “Me sirvió lo de la banda para hacer shows a beneficio. Venía la gente y te traía cosas, y por ahí nosotros le llevábamos sopa, frazadas. Tocábamos en el Marechal y nos llenaban de cosas, nos venía bárbaro. Siempre buscaba lugar para tocar. Cuando tocamos en el Bien Peronista también tocamos a beneficio de unos que se les había volado las chapas de la casa. Mi onda más fue esa, no vamos a llegar a nada, no llegamos en su momento. La idea era tocar para los amigos, y si se podía a beneficio”.

En el 2011 registran en “La Cabeza Graba” un demo de tres canciones, grabado, mezclado y masterizado por Carlos Alonso, en cinta abierta. “La idea era grabar diez temas, pero como no lográbamos ponernos de acuerdo en qué temas, ni el dinero, ni el tiempo, salió lo más fácil, probemos con tres -cuenta Guillermo-. Fuimos, probamos con tres y no nos salió. No nos salió como queríamos, no salió bien. Un poco la impericia nuestra, porque nos tendríamos que haber dado cuenta y haber puesto más ganas a eso. Lo tomamos muy a la ligera, si bien nos preocupamos, pero lo tomamos a la ligera, y salió así como salió (risas)”. Como no quedaron conformes con el resultado, estas grabaciones permanecen aún inéditas.

A los tres años de volver a tocar, Eduardo abandonó la banda por problemas laborales. Hacen una fecha más con Fernando Montemarani como baterista (de las bandas Lo Aborrecible, El Barco Ebrio, Cebras, Caracal, Psiquiatras Argentinos, y la productora audiovisual Saturno 5), pero decidieron no continuar. “Ya estábamos todos cansados, y bueno como que recontra habíamos cumplido el objetivo -asegura Gustavo-. Era juntarnos para un show, hicimos quince shows en tres años, y dijimos buen, ya está, ya fue”. No lo tomaron como una separación, sino como un periodo de espera hasta encontrar un baterista nuevo. “Éramos amigos sobre todo -continúa Gustavo-. ¿Con qué lo comparo? Con un cuentito de Dolina que habla del fútbol que dice ‘Es preferible perder con tus amigos, que ganar con extraños’. Yo quería tocar con mis amigos, no me importaba traer un cantante que se cante todo y yo no lo conozca, de no ser amigo, nunca me importó”.

Cinco años después de este impas, una tragedia vuelve a juntar a la banda. “Muere mi esposa el 22 de enero, yo empecé en terapia porque estaba re mal -admite Gustavo-. Al punto tal de decir me pego un balazo, no quiero vivir más. Muchos años de novios, nos conocimos cuando ella tenía 15 años y yo 18. Fue durísimo. Y en terapia mi psicóloga me dijo ‘hace algo que te guste’”.  Guillermo y Gaby se juntaron con Gustavo para acompañarlo y tomar unas cervezas, y surgió la idea de volver con Complot. Convocaron como baterista a Ricardo “Riki” Montenegro, quien participó de grupos como Los Últimos Peces, Torpes Amebas, Homosapien, HiperUltra, Fabián Duchamp y los Nuevos Ricos, Varonera, Wanda y los de Cera, y actualmente en el proyecto instrumental La Mákina de Dios. “Me contaron que Eduardo, mi hermano, no estaba interesado en seguir tocando –relata Ricardo-. Yo ya más o menos olfateaba que estaban con la idea de juntarse, así que les dije que si, de una. Ni lo dudé”. Guillermo agrega: “Es como que esté Eduardo, es rarísima la situación. No sé si muchas bandas pueden pasar por eso, que este uno tocando, después se va y viene el hermano, estando bien con el otro. Yo disfruto mucho que esté Ricky”. En esta tercera etapa también incorporaron una segunda guitarra, a cargo de Nicolás Romero (de la banda Moorea), traído por Gabriel ya que tocaban juntos en Varonera. “En el 2011 fue mostrarle a la gente lo que hicimos y después darle una vuelta de tuerca -explica Guillermo-. Después cuando nos dimos cuenta que queríamos seguir, fue mostrarle un poco más de lo que hubiésemos hecho. Tocamos para los amigos, porque había un montón de gente que decía ‘uh, yo no los vi’, o muchos ‘si yo los vi, pero no me acuerdo’. Y bueno, tocamos para esa gente, para que vinieran, y para nosotros, porque nosotros tampoco nos acordábamos. Era hacer un recital para mirarnos al espejo y decir ‘ah, mira lo que era yo’. Ese fue el motivo de esa unión, el volver a recuperar lo que teníamos. Ahora no, ahora es mostrar otra cosa, otra banda. Es como cualquier músico, cualquier banda hace un disco y lo hace con una estética y una manera, y el otro disco es totalmente diferente, si deciden hacerlo diferente va a ser diferente. Bueno nosotros decidimos eso, hacer algo diferente, muchas cosas iguales pero bueno, diferente”. Para esta nueva etapa ya hay temas nuevos. “La idea es grabar algo de verdad, grabar un disco, que quede, y cerrar una etapa para siempre -dice Gustavo-. Con temas de las tres etapas, los 6 o 7 temas que rescatamos de la primera, Aburrido, Siempre es Hoy, Detrás de la gran ciudad, esos temas viejos. Muchos de los temas del 2011 al 2014, hicimos como veinte temas, y lo que salga ahora. Hacer algo con lo mejor, con lo que nos guste”.

Para Guillermo, antes que nada son un grupo de amigos: “Cada vez que nos convocamos los Complot, vamos las verdaderas personas a juntarnos, y estamos despojados de todo, como desnudos para encontrarnos con los cuatro. Ahora somos un par más, pero lo que da el fundamento de Complot está, vamos a disfrutar de nosotros”. Concluye Gustavo: “Complot lo que podes decir, que no dejó mucho, pero que iniciamos una movida. Como una semillita que tiramos ahí, estuvo bueno la verdad. Lo descubrí cuando volvimos, porque que te vengan a ver chicos de veinte años, que te digan ‘ustedes eran los de Complot’. Después te ven y dicen ‘¿estos eran los de Complot?’ (risas). Estuvo bueno”.