A pocos años de
terminada la guerra de Malvinas, no cualquiera tenía el coraje de andar por la
calle usando una remera con la bandera inglesa. Mucho menos en una ciudad tan
ligada a lo militar y lo eclesiástico como San Miguel. “La gente me miraba, me
comí más de una puteada. El punk era la rebeldía de ese momento, estar en
contra de todo lo establecido”, cuenta Gustavo Javier Guerrini, quien en ese
momento vivía en el barrio Belgrano de San Miguel, a dos cuadras de la estación
Lemos. “Tenía un amigo que me hizo escuchar los Ramones que acá nadie los
conocía, tenías que ir a Flores a buscar los casetes”. Se refiere a Gerardo
Stevenin, un vecino con el que se juntaba desde que eran chicos en la cortada
de Av. San Miguel y Vicente López. Ambos iban hasta una disquería en Flores, donde
dejaban un cassette virgen y encargaban el disco que buscaban. En ese momento
no conocían a otros punks en la zona, y se informaban sobre el movimiento en
los recitales a los que asistían en Capital u otros lugares de Buenos Aires. Gerardo
quería armar su banda, y Gustavo justo había ganado el Gordo de Navidad con un
decimo (su padre tuvo que cobrar el premio en su lugar, ya que era menor), y con
parte de ese dinero se compró una guitarra eléctrica. Llamaron a su proyecto
Kraken, y estuvieron ensayando unos meses entre 1983 y 1984, hasta que ambos se
pelearon (Gerardo Stevenin luego formaría grupos como Post Mortem, Los Jinetes
Mancos, El Barco Ebrio, y Tribunal del Santo Oficio).
Gustavo todavía no
tenía los integrantes con los que formaría su propia banda, pero ya le había puesto
nombre: “Siempre fui de leer los grafitis, de los doce años al día de hoy que
me llaman la atención los grafitis. Las paredes hablan y leo todo lo que dicen
las paredes de todos los barrios, hasta les saco fotos. Me llama la atención
muchas cosas pintadas en las paredes: frases, cosas de canciones, de política. Y
un día en Callao y Tucumán, yo tenía dieciocho años, diecinueve, veo Complot
NR. Qué buen nombre para una banda, Complot. Es el nombre de mi banda, Complot.
Nunca supe que era NR. Complot, es el nombre de mi banda, ya está, no tenía la
banda, no tenía los músicos, no tenía nada, hasta que lo conocí a Guillermo”. El
grupo nace en la Escuela de Enseñanza Secundaria Juana Manso, de San Miguel. Con
20 años, Gustavo ingresa al horario nocturno del perito mercantil. Al año
siguiente, en 1986, lo cambian de curso por revoltoso, y entre sus nuevos compañeros
estaban Guillermo Schill (de Grand Bourg) y Eduardo Montenegro (de José C. Paz).
Ambos ya eran amigos, desde que ingresaron al secundario. “Hablábamos de eso
–cuenta Guillermo-. Que íbamos a hacer una banda, pero era todo muy en el aire,
éramos más de ir a ver bandas. Cuando lo conocimos a Guerrini trajo todo lo
punk. Yo solo algunas cosas esporádicas había escuchado pero no me había
prendido mucho en la movida, pero cuando él lo trajo me voló la cabeza. Estuve
una semana con el disco de los Ramones It’s a Alive, no lo podía parar de
escuchar. Eso me pegó, esto es lo que quiero hacer”. A su guitarrista lo
conocieron por un compañero del curso, el cual les dijo que su hermano vendía
un equipo. Era Gabriel de Luca, quien venía de un proyecto fallido de banda junto
a un vecino, y se sentía frustrado con el rock. Ahora escuchaba mucho folklore,
a interpretes como César Isella, Uña Ramos, Pablo Milanes, Leon Gieco, o
Tarragó Ros, los cuales fue descubriendo al leer la Revista Hum®. Conocía lo
que pasaba en el mundo del rock en ese momento porque leía la Pelo, aunque no
escuchaba esa música. Quería vender su guitarra Fender Musicmaster y su equipo
nacional marca Ionic, que tantos años de trabajo le llevo conseguir, para
comprarse instrumentos más tradicionales. Los Complot fueron a su casa detrás
del Hospital Mercante de San Miguel, y Eduardo le insistió para que no lo haga,
y se sume a la banda. “Guerrini me enseñó a tocar las quintas -admite Gabriel-.
Yo hacia el acorde, pero más lleno, como que me costaba seguir un bajo rápido.
Gustavo me dijo que el violero con el que tocaba antes, Gerardo, metía los dos
dedos así. ‘Pero es un acorde de mierda’. ‘Pero fijate, probalo’. Con las
quintas, yo a veces me compraba una revista de música, veía que era todo así, y
a mí me parecía que era una cagada. Yo veía a Brian May, y era un señor
guitarrista. Pero claro, ese era el punk rock. Y me amoldé (risas)”. También
sumó pedales de distorsión, flanger, delay y chorus, marca Pick Boy, ya que en
esa época el valor de un Boss equivalía a varios de sus sueldos. Por su parte, Gustavo
vendió la guitarra de sus días en Kraken, y se compró un bajo Faim, que usaba
con un equipo nacional. Después lo cambio por otro Faim a cuadros blancos y
negros, con micrófonos Di Marcio. “Era el bajista. Bajista entre comillas, no
sabíamos tocar, todavía al día de hoy mucho no aprendí pero la idea del punk
era hágalo usted mismo, toque sin saber, y bueno lo aplicamos nosotros”. Eduardo
por su parte, al principio ensayaba con unas almohadillas de práctica que le
había dado su profesor. Recién cuando vendió el Citroen que tenía, pudo
comprarse una batería.
Ensayaron un par de
veces en la casa de Eduardo hasta que los vecinos se quejaron, y en una ocasión
en la de Gustavo, porque los padres se habían ido de vacaciones. En la misma
cuadra había una cochería, y los vecinos los amenazaron por teléfono con llamar
a la comisaria. En San Miguel no conocían salas de ensayo, y buscaron en la
revista Segunda Mano. La más cercana que encontraron estaba en Ciudadela.
Practicaban una vez a la semana, incluso dos cuando podían, con la intensión de
acelerar el aprendizaje. Iban en el auto de la familia de Gustavo, o tomaban
dos colectivos y un tren. En uno de esos tantos viajes, hicieron la sesión de
fotos en la estación de tren de Caseros.
Complot en la sala de ensayo de Ciudadela |
La movida en la zona
en esa época era reducida, tanto con respecto a los grupos como los lugares
para tocar. “Si querías ver bandas tenías que ir a la capital -recuerda Gustavo-.
Estaba Alonso con su banda, pero muy poco movimiento del rock, casi no nos
enterábamos tampoco, no había difusión, las redes sociales no existían”. Eduardo
era como el agente de prensa del grupo: hablaba con la gente de los recitales
en Capital, llevaba volantes. Era sociable, encaraba a la gente, hacia
amistades. “Tenía un sentido bastante empresario, con cualquier banda o con lo
que hiciera, tenia eso el loco -explica Gabriel-. Estaba piola porque era el
único que no escabiaba, un flaco sano. Pero sano no te digo en el sentido de
ser un boludo, el chabón era cero alcohol, pero andaba enroscado bancándonos a
nosotros. Yo me imagino a Eduardo diciendo más de una vez ‘Que hago con estos
hijos de puta’ (risas)”. Agrega Guillermo: “Había un movimiento de autogestión
en ese momento y entonces nosotros empezamos a meternos en ese movimiento, más
que nada Eduardo. Y lo que más se identificaba de Complot, porque él decía yo
pertenezco a Complot, era yo haciendo lío en todos los recitales. Yo tenía en
ese momento una cruz con un candado. Entonces él decía ‘toco con el pibe que
tiene la cruz del candado’, ‘Ah sí’. Entonces ya me conocían, empecé a hacerme
amigo de los músicos de otras bandas, él hacía el lobby juntándose con los que
manejaban las cosas, y yo haciendo los destrozos en los recitales. Pensaban que
nosotros ya teníamos temas, es más, se puso un tema en la revista que dirigía
Pietrafesala. Pusieron una letra mía y el tema lo teníamos recién empezado, o
sea nunca lo habíamos tocado en vivo. Ellos pensaban que ya habíamos tocado,
que nosotros ya veníamos tocando por San Miguel, y en realidad nunca habíamos
tocado”.
Uno de los pocos
grupos de la zona con el que entablaron relación fue con 54 Vellos Púbicos. “Nosotros
hacíamos muchas pintadas por todos lados -relata Guillermo-. Hacíamos como
recorridos por Capital, por donde íbamos, íbamos pintando. Poníamos ‘Complot Punk
Rock’. Entonces en unas pintadas de San Miguel o de José C. Paz vimos que nos
ponían abajo algo, no me acuerdo bien que eran que ponían, en un paredón en
especial, empezó un pseudo chateo de paredón (risas). Nos citaron en un lugar y
nos encontramos, fue como encontrarse con alguien que nos teníamos que hacer
amigos forzados, y nos hicimos amigos. Hasta ahora seguimos siendo amigos. Así
fue como nos encontramos, y los convocamos a el que fue nuestro primer recital”.
Los espacios para organizar conciertos en los alrededores eran muy pocos, y
tuvieron que ingeniárselas. “Tuve que ir a alquilar el Juventud con medio una
mentira –confiesa Gustavo-. Después me quisieron matar cuando vieron las caras
que habían, igual no les rompimos nada. Pero era terrible”. Guillermo añade:
“Se juntaron unos trescientos punks, punks con toda su parafernalia, con toda
su ornamenta, con toda sus cosas, y se espantaba la gente. Todos se espantaban
porque ver toda esa gente caminando por las calles de San Miguel fue una
revolución, estuvo bueno”. Sin saberlo habían organizado el primer festipunk de
la zona. En esa época, la movida punk era tan reducida, que no había otras
bandas de ese género para invitar, y las fechas se armaban con grupos de otros
estilos. Previamente habían tenido un intento de fecha debut, a la que
promocionaron como “Complot en Obras”, ya que se hacía en una construcción
abandonada cerca de Muñoz y la ruta 1997, pero ese día al llevar sus equipos se
dieron cuenta que no había electricidad en el lugar. Su primera fecha entonces
fue el sábado 3 de Enero de 1987, en el Club Juventud Unida, donde organizaron
un festipunk con Los Corrosivos, Antiheroes, Descontrol, y 54 Vellos Púbicos. El
público estaba compuesto principalmente por punks de Capital. Gustavo tiene con
una anécdota de ese día: “Recluté a todos mis amigos, que nada que ver con la
música, y armamos una barra. Vendíamos vino, cerveza. Y a lo último te daba un
miedo, porque venían unos con unas crestas ‘dame una cerveza’, ahí ya ni le
pagaban, ‘toma’, para sacárselo de encima”. A partir de ahí tuvieron otras
fechas, tocando en Capital en el Parakultural y en Gracias Nena, y en Rol Pub,
de San Miguel. Gracias a una vecina de Gustavo, que estudiaba para asistente
social, fueron invitados a tocar por el reconocido psicólogo social Alfredo
Moffatt y la organización Cooperanza, que daba talleres de recreación en el
patio del Hospital Neuropsiquiátrico Borda. “Vos tenías doscientos locos todos
saltando, y todos haciendo pogo, y vos decías lo disfrutaban, no entendían
nada, pero lo disfrutaban, fue maravilloso ese día, no me lo olvido más en mi
vida eso”, recuerda Gustavo, quien casi vio como dejaban adentro a su cantante:
“Nos estábamos yendo todos con las cosas, los instrumentos, los equipos, y
‘¿vos a dónde vas?’ le dijeron a Guillermo”. En total hicieron unas cinco
presentaciones.
Letra de Complot, aparecida en el fanzine Kien Sirve a la Kausa del Kaos? N°2, editado por Patricia Pietrafesa y Fidel Nadal |
Fragmento del poster del festipunk en el Club Juventud Unida |
Para promocionar la
banda, tenían la costumbre de salir a recorrer las calles llevando siempre
pintura en aerosol. “La idea era no solamente hacer la pintada -cuenta Gustavo-.
Vos ves una pintada en cualquier lado y a los tres días te la borran, te la
tapan. Una pintada donde nadie llegue. En el Puente Pacifico, fuimos caminando
por las vías, nos colgamos del puente, yo pinté Complot, y estuvo veinte años
esa pintada”. Si bien nunca los llevaron
a la comisaria, la policía los agarró pintando varias veces. “Guillermo andaba
con un paquetito de marihuana -continua Gustavo-. Me acuerdo que ese día nos
temblaban las piernas, nos agarraron pintando una pared. Cuatro tipos bajaron de
un auto, unos canas de civil con los fierros. ‘Contra la pared’, nos revisaron,
y el otro tenia terrible paquete de marihuana”. Para empeorar las cosas,
Gustavo se había hecho en la peluquería, la forma de la “A” de anarquía en el
pelo. Por suerte no encontraron el contrabando. Para difundir las fechas hacían pegatina de
afiches y repartían volantes. “Era hacer volantes y repartirlos en los
recitales -dice Guillermo-. Dárselo a algún amigo, a nosotros también nos
entregaban. Yo cuando veía a los de otras bandas me entregaban un piloncito de
las fechas de ellos, y yo se lo daba a gente. Esa era la difusión, hablar de
boca en boca, y me parece que lo poníamos en el Sí de Clarín también”. En
Capital les daban siempre fanzines en las fechas, usualmente hechos con foto
duplicación, ya que por cantidad salían más baratos. En la zona, los entrevistó
para el suyo Marcelo Duchamp (poeta y cantante de bandas como El Limbo, Cosa
Salvaje, RadioZumbido, Los Vicios de Valeria, y Fabián Duchamp y los Nuevos
Ricos). “Circulaban fanzines, eso estaba muy bueno, que ahora se perdió -se
lamenta Gustavo-. En todos los shows te daban una revistita hecha a mano,
fotocopiada. Hacían cincuenta, sesenta copias, y con historias de bandas, era
muy lindo. Esa época era maravillosa, todo muy a pulmón, nada de ir a hacer
nada a una imprenta. Un volante, fotocopia, no existía otra cosa”.
Gustavo había tomado
el nombre para la banda de una pintada callejera, y con el tiempo encontró el
origen: “Descubrimos que había una banda en San Martín… Complot New Rock. Ahí
me cayó la ficha, para eso estuvimos muy rápidos. Eduardo me dijo ‘Gustavo el
nombre es tuyo, regístralo’, yo dije la N y la R era de New Rock. Le re afané
el nombre, pero bueno vamos a registrar el nombre. Le ganamos de mano,
registramos el nombre y los intimamos con una carta documento. Cambiaron de
nombre, se llamaron Misión Complot, y después dejaron de tocar, ni sé lo que
hacían. Medio que fuimos ahí re punk ahí a apretarlos, a la salida de un lugar
que tocaban en San Martín, para que dejen de usar el nombre. Después lo
intimamos legalmente, una boludez pero dejaron el nombre, y el nombre era
nuestro”. Como bajada, a Eduardo se le ocurrió la frase “Complot: Una Fisura a
Tus Sentidos”.
En 1986 fueron a
grabar un demo en Palermo, al estudio Avatar, que encontraron por una
publicidad de la revista Pelo. Ese día casi se presentó solamente la mitad de
la banda. “Fue en la fecha del Parakultural -detalla Guillermo-. Con Eduardo
salimos a la calle después de tocar, hacía muchísimo calor y bueno, razia. Levantó
a todos los que estaban en la calle, y nos llevó a nosotros. Así que estuvimos
hasta el otro día en la seccional primera, en la parte de moralidad, ahí donde
van los travestis, las prostitutas y todo lo que este moralmente mal visto o
que estaba en esa época moralmente mal visto. Nosotros entrabamos en ese
arquetipo de persona por vestirnos de negro o los pelos revueltos. Entramos en
ese contexto, y bueno caímos ahí. Estuvimos un día, después de eso yo corriendo
tuve que salir e ir a mi casa, hasta Grand Bourg cambiarme, bañarme e ir al
estudio”. Al demo lo grabaron en cinta abierta, y a cada integrante le dieron
un cassette con la grabación. De ese material nunca hicieron copias ni se
difundió. “La etapa final fue medio turbulenta, extraña, de desencuentros
-continua Guillermo-. Íbamos a ensayar y por ahí no ensayábamos bien, no
prestábamos atención para tener fechas para tocar. Después pasó lo del papá de
Gustavo y como que se disolvió todo, fue vertiginosamente en decadencia, y no
le prestamos atención a nada, así que no valía la pena difundirlo”
Complot en la estación de Caseros |
Complot estuvo en
actividad de 1986 a 1987. Lamentablemente la suma de varias situaciones generó
quiebres en el grupo. “Yo pensé que estaba construyendo algo y que no me
estaban acompañando, más que nada eso pensé -confiesa Guillermo-. Que no me
estaban acompañando lo que yo construía. Por ahí era totalmente erróneo mi
visión, entonces actuaba en base a eso y hablaba en base a eso, yo quería dale,
hagan esto, vamos a hacer esto. y por ahí yo no sentía que ellos me acompañaban.
Yo en un momento empecé a actuar de una manera que por ahí no fue la mejor”.
Una tragedia familiar en 1987 precipitó el final de la banda. “En ese momento
me agarró un bajón terrible por la muerte de mi viejo -explica Gustavo-. Estuve
un año re mal y dije voy a dejar de tocar, con todo el dolor del alma. Eran
muchas cosas, quería estar más cerca de mi novia, lo único que me contenía”. Luego de la separación de Complot, Gabriel y
Eduardo tocaron juntos por varios años, en bandas como Sentido Pesame, Cor Saudade, El Limbo, Círculos
y Cuadrados, y Calentitos los Champiñones. Gabriel además tocó en Marcelo
Duchamp y la Decadencia, Varonera, y en RadioZumbido, donde también cantaba
Guillermo Schill. Por su parte, Eduardo participó en Ismael, junto a Hernan
Hildebrandt (de La Nave, 54 Vellos Púbicos, Efecto Freud, Los Putos, y La Máquina
de Dios), y Rafael Florentin (de Harpoon).
En 2011, a casi
veinticinco años de su separación como banda, las redes sociales volvieron a
juntar a los cuatro integrantes: “Con el Facebook empezamos a encontrarnos, nos
habíamos perdido el contacto, el único que seguía en el música era Gabriel -relata
Gustavo-. Nos empezamos a juntar, un día nos juntamos a tomar una cerveza,
dijimos ‘vamos a hacer un show a los 25 años de que nos juntamos a ver qué pasa
y para nuestros hijos’. Mi hija que es súper rockera, me decía por qué no se
juntan, bueno nos vamos a juntar con nuestros hijos”. Con motivo del cumpleaños
de Gabriel, que en ese momento estaba tocando en Varonera, surgió la
posibilidad de un reencuentro. “Guerrini tan efusivo como es dijo ‘yo llevo el
bajo, y vamos y tocamos, le caemos y tocamos’ -recuerda Guillermo-. Yo dije ‘vos
estás loco, yo ni me acuerdo los temas’, y bueno, al final no tocamos. Entonces
ahí era ¿qué hacemos cuando nos pregunten? ‘Reíte, no les digas nada, cuando
pregunten reíte’ le dije yo, y no contestes. Hicimos eso, nos poníamos a hablar
entre los cuatro, y no dejamos que nos preguntaran, si nos preguntaban nos
mirábamos nosotros. No tocamos porque iba a hacer un bochorno, dijimos si vamos
a tocar, vamos a tocar bien, ensayemos un par de veces y toquemos, hagamos un
recital para que nos quede, para tener algo, para mostrar los temas que
hacíamos. Empezamos a ensayar para esa fecha que Guerrini ya tenía, antes de
que podamos hacer un consenso él ya tenía la fecha, el lugar, tenía todo, él es
así, y ya había invitado gente, ya tenía no sé cincuenta personas invitadas”. Volvía
Complot luego de casi 25 años, pero no estaban seguros si podían usar el mismo
nombre otra vez. “En el 91 yo estaba totalmente alejado de la música, estaba en
otra -narra Gustavo-. Me llaman por teléfono del centro de un estudio, un
abogado, que me querían comprar el nombre. ‘Bueno, ¿Cuánto?’. Imagínate yo me
re agrandé y le dije ‘tengo que hablar con mis compañeros porque no sé’. ‘Mira,
es la única oferta que te voy a hacer, hay doscientos mil nombres, si querés
aceptar’. Eran dos mil pesos. Buenísimo, dos mil pesos. Fui, los cobré, firmé
un papel con la venta del nombre. Después me quería suicidar porque era una
banda de cumbia que apareció. Después fue una marca de ropa. Ahora vos pones
Complot en YouTube y aparece de todo menos nosotros. Y cuando nos juntamos en 2011,
yo tenía ese remordimiento que nunca los había visto. ‘che, saben que yo vendí
el nombre bola. Vendí el nombre y me compré un auto con la plata’. Entonces yo
después como sentía la culpa, voy a pagar un montón de ensayos, porque en
realidad el nombre era mío pero yo les tendría que haber dado quinientos pesos
a cada uno. Porque lo vendí en dos mil pesos y me compré un auto, pero por mi
honestidad, íbamos y yo pagaba las cervezas, pagaba la sala de ensayos. Nunca
más podíamos volver a usar el nombre pero dijimos no pasa nada, quién nos va a
intimar, y la segunda etapa usamos siempre el nombre Complot”.
Complot 2012, en Salas Shelter |
Para esta nueva fase,
rescataron unos cinco temas viejos, y compusieron diez nuevos. “Antes éramos
más crudos, más rifleros y más crudos -explica Guillermo-. Las letras eran más
simples, sociales. Ahora evolucionamos, hay más instrumentación. Yo tiro las
letras a un lado más volado, más el amor perdido o el amor buscado, o el sufrimientos,
cosas así, no tanto social”. Entre los temas que hacían en vivo, estaba un
cover de RadioZumbido, llamado Ruth Infarinato, que ahora tenía una impronta
más pop. La fecha de regreso fue en el Centro Cultural UNGS, con la idea de
hacer un solo show, pero después no pararon. Tocaron en Il Amichi, Kushen Bar, Teatro
Leopoldo Marechal, EQ, Sacred Restobar, y el bar Bien Peronistas, junto a
bandas como Fusibles, Huecocielo, Madrastra, Lo Aborrecible, Invasores,
Identidad Punx, Oceánicos, y Ultrapindonga. En invierno, del 2 de Junio a
finales de Octubre, Gustavo con su familia ayuda a la gente en situación de
calle en San Miguel. En sus shows recolectaban comida, frazadas, o lo que
aportaba gente de la movida del rock, como la banda Ventilador Asesino, o Sabrina
Lenti de la sala de ensayo GGC. “Me sirvió lo de la banda para hacer shows a
beneficio. Venía la gente y te traía cosas, y por ahí nosotros le llevábamos
sopa, frazadas. Tocábamos en el Marechal y nos llenaban de cosas, nos venía
bárbaro. Siempre buscaba lugar para tocar. Cuando tocamos en el Bien Peronista
también tocamos a beneficio de unos que se les había volado las chapas de la
casa. Mi onda más fue esa, no vamos a llegar a nada, no llegamos en su momento.
La idea era tocar para los amigos, y si se podía a beneficio”.
En el 2011 registran
en “La Cabeza Graba” un demo de tres canciones, grabado, mezclado y masterizado
por Carlos Alonso, en cinta abierta. “La idea era grabar diez temas, pero como
no lográbamos ponernos de acuerdo en qué temas, ni el dinero, ni el tiempo,
salió lo más fácil, probemos con tres -cuenta Guillermo-. Fuimos, probamos con
tres y no nos salió. No nos salió como queríamos, no salió bien. Un poco la
impericia nuestra, porque nos tendríamos que haber dado cuenta y haber puesto
más ganas a eso. Lo tomamos muy a la ligera, si bien nos preocupamos, pero lo
tomamos a la ligera, y salió así como salió (risas)”. Como no quedaron
conformes con el resultado, estas grabaciones permanecen aún inéditas.
A los tres años de
volver a tocar, Eduardo abandonó la banda por problemas laborales. Hacen una
fecha más con Fernando Montemarani como baterista (de las bandas Lo Aborrecible,
El Barco Ebrio, Cebras, Caracal, Psiquiatras Argentinos, y la productora
audiovisual Saturno 5), pero decidieron no continuar. “Ya estábamos todos
cansados, y bueno como que recontra habíamos cumplido el objetivo -asegura
Gustavo-. Era juntarnos para un show, hicimos quince shows en tres años, y
dijimos buen, ya está, ya fue”. No lo tomaron como una separación, sino como un
periodo de espera hasta encontrar un baterista nuevo. “Éramos amigos sobre todo
-continúa Gustavo-. ¿Con qué lo comparo? Con un cuentito de Dolina que habla
del fútbol que dice ‘Es preferible perder con tus amigos, que ganar con
extraños’. Yo quería tocar con mis amigos, no me importaba traer un cantante
que se cante todo y yo no lo conozca, de no ser amigo, nunca me importó”.
Cinco años después de
este impas, una tragedia vuelve a juntar a la banda. “Muere mi esposa el 22 de
enero, yo empecé en terapia porque estaba re mal -admite Gustavo-. Al punto tal
de decir me pego un balazo, no quiero vivir más. Muchos años de novios, nos
conocimos cuando ella tenía 15 años y yo 18. Fue durísimo. Y en terapia mi
psicóloga me dijo ‘hace algo que te guste’”.
Guillermo y Gaby se juntaron con Gustavo para acompañarlo y tomar unas
cervezas, y surgió la idea de volver con Complot. Convocaron como baterista a
Ricardo “Riki” Montenegro, quien participó de grupos como Los Últimos Peces,
Torpes Amebas, Homosapien, HiperUltra, Fabián Duchamp y los Nuevos Ricos,
Varonera, Wanda y los de Cera, y actualmente en el proyecto instrumental La
Mákina de Dios. “Me contaron que Eduardo, mi hermano, no estaba interesado en
seguir tocando –relata Ricardo-. Yo ya más o menos olfateaba que estaban con la
idea de juntarse, así que les dije que si, de una. Ni lo dudé”. Guillermo
agrega: “Es como que esté Eduardo, es rarísima la situación. No sé si muchas
bandas pueden pasar por eso, que este uno tocando, después se va y viene el hermano,
estando bien con el otro. Yo disfruto mucho que esté Ricky”. En esta tercera
etapa también incorporaron una segunda guitarra, a cargo de Nicolás Romero (de
la banda Moorea), traído por Gabriel ya que tocaban juntos en Varonera. “En el 2011
fue mostrarle a la gente lo que hicimos y después darle una vuelta de tuerca
-explica Guillermo-. Después cuando nos dimos cuenta que queríamos seguir, fue
mostrarle un poco más de lo que hubiésemos hecho. Tocamos para los amigos, porque
había un montón de gente que decía ‘uh, yo no los vi’, o muchos ‘si yo los vi,
pero no me acuerdo’. Y bueno, tocamos para esa gente, para que vinieran, y para
nosotros, porque nosotros tampoco nos acordábamos. Era hacer un recital para
mirarnos al espejo y decir ‘ah, mira lo que era yo’. Ese fue el motivo de esa
unión, el volver a recuperar lo que teníamos. Ahora no, ahora es mostrar otra
cosa, otra banda. Es como cualquier músico, cualquier banda hace un disco y lo
hace con una estética y una manera, y el otro disco es totalmente diferente, si
deciden hacerlo diferente va a ser diferente. Bueno nosotros decidimos eso,
hacer algo diferente, muchas cosas iguales pero bueno, diferente”. Para esta
nueva etapa ya hay temas nuevos. “La idea es grabar algo de verdad, grabar un
disco, que quede, y cerrar una etapa para siempre -dice Gustavo-. Con temas de
las tres etapas, los 6 o 7 temas que rescatamos de la primera, Aburrido,
Siempre es Hoy, Detrás de la gran ciudad, esos temas viejos. Muchos de los
temas del 2011 al 2014, hicimos como veinte temas, y lo que salga ahora. Hacer
algo con lo mejor, con lo que nos guste”.
Para Guillermo, antes
que nada son un grupo de amigos: “Cada vez que nos convocamos los Complot,
vamos las verdaderas personas a juntarnos, y estamos despojados de todo, como desnudos
para encontrarnos con los cuatro. Ahora somos un par más, pero lo que da el
fundamento de Complot está, vamos a disfrutar de nosotros”. Concluye Gustavo: “Complot
lo que podes decir, que no dejó mucho, pero que iniciamos una movida. Como una
semillita que tiramos ahí, estuvo bueno la verdad. Lo descubrí cuando volvimos,
porque que te vengan a ver chicos de veinte años, que te digan ‘ustedes eran
los de Complot’. Después te ven y dicen ‘¿estos eran los de Complot?’ (risas). Estuvo
bueno”.